(TIEL) Módulo I Variaciones
Consigna uno Escribir dos nuevas variaciones para agregar a las que fueron transcriptas en el inicio de este módulo respetando el argumento mínimo de alguno de esos textos.
SUPUESTOS
Esa mañana (esa, y no otra) dará para tomar un café solo (sin leche, ni compañía), leer el diario y dejar pasar las horas. Ubicarse cerca de una ventana, y tal vez mirar a una mujer en alguna mesa aledaña (pero que no dañe). Contemplar (con temple y no con valor) a la mujer. Suponer que también tomó café (no el último café, tal vez el primero), que ya haya vaciado su tacita, y que esté aburrida (pero no de burros y asnos) o a la espera (pero no desesperada) de alguien, tal vez un hombre, una cita (una cita a pie de página). El hombre va a llegar (porque todo llega en la vida), y va a pedirse un café (el primero), le colocará leche y luego le pondrá azúcar al café con leche. Y después hablarán, él le dirigirá la palabra (aunque ella no la digiera) y gesticularán, y se mirarán fijo (sin plazos ni esperas) a los ojos. Y sus murmullos entremezclados con los de la máquina express de café, las voces (y las veces repetidas) de las órdenes que el mozo les indica a los de la cocina, las conversaciones vanas (sin vinos) de otras personas, llegarán a mis oídos (a oídos necios, palabras sordas). Mientras tanto, ya habré tenido tiempo (al mal tiempo buena cara) suficiente para haber leído lo más llamativo del diario, y tal vez me quede con lo que me pronostique el horóscopo. Será ese momento (ese, y no otro) en que levante la vista y siga mirando a la pareja (tal vez despareja). La mujer ahí, preciosa (sin precio), de unos treinta años, dirá que sí y en la afirmación, la cabeza caerá con el mentón (que no huele a menta) hacia el pecho, y entre su escote verá que se le asoman tempestivos, debajo del escote floreado (balcones sin ninguna flor) del vestidito de seda, sus senos exultantes. Después, se acomodará la cartera sobre el hombro (es ligero equipaje para tan largo viaje) llegará hasta la puerta y se irá sin mirar atrás. Cuando salga, la veré entre la gente que espera el colectivo en la parada (y no que espera parada el colectivo), como queriéndose ocultar. Simultáneamente (con la mente atenta) el hombre que la había acompañado (sin haberla apañado) adentro del bar, la seguirá sin encontrarla, como un perro, husmeando (pero sin orinar) las baldosas húmedas en busca de las huellas de los zapatos rojos.
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