LA PALABRA POÉTICA Y SUS ESTIGMAS III Jorge Luis Borges Cristo en la cruz. Los pies tocan la tierra. Los tres maderos son de igual altura. Cristo no está en el medio. Es el tercero. La negra barba pende sobre el pecho. El rostro no es el rostro de las láminas. Es áspero y judío. No lo veo y seguiré buscándolo hasta el día último de mis pasos por la tierra. El hombre quebrantado sufre y calla.
La corona de espinas lo lastima. No lo alcanza la befa de la plebe que ha visto su agonía tantas veces. La suya o la de otro. Da lo mismo. Cristo en la cruz. Desordenadamente piensa en el reino que tal vez lo espera, piensa en una mujer que no fue suya. No le está dado ver la teología, la indescifrable Trinidad, los gnósticos, las catedrales, la navaja de Occam, la púrpura, la mitra, la liturgia, la conversión de Guthrum por la espada, la inquisición, la sangre de los mártires, las atroces Cruzadas, Juana de Arco, el Vaticano que bendice ejércitos. Sabe que no es un dios y que es un hombre que muere con el día. No le importa. Le importa el duro hierro con los clavos. No es un romano. No es un griego. Gime. Nos ha dejado espléndidas metáforas y una doctrina del perdón que puede anular el pasado. (Esa sentencia la escribió un irlandés en una cárcel.) El alma busca el fin, apresurada. Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto. Anda una mosca por la carne quieta. ¿De qué puede servirme que aquel hombre haya sufrido, si yo sufro ahora? Cristo en la cruz. (Los conjurados)
El mundo o yo. Yo y el mundo. Padre, dame una señal, que estoy muriendo. Si hoy no es el fin, ¿dónde está el cielo? Es que ya me voy quedando solo. ¿Miedo?, ya no. Soy la promesa. Aunque veo a mi lado y soy lo mismo. Hombre, al fin, yendo hacia la muerte, ¿dándole gloria al sufrimiento? Aún estoy vivo. Y solo quiero creer en otra vida, porque me voy, mi espíritu entregado como la sombra que ciñe mis costillas, la última luz que mis ojos ha cerrado. Marilu Ferro
Copyright Marilú Ferro. Julio 2012 |