Como en un sueño la vi tan solo un gesto, su voz, su levedad, su cercanía.
Qué decirte, la vi
y no tuve dudas de que allí, a su lado, era la vida. La Nación ya no me dijo nada ni los ruidos del bar en su rutina, ni ese hombre con ella, a quien muy suave sus ademanes, cada tanto, respondían. Era más que belleza, era su alma que en directo me invitaba a conocerla. Y su perfil, su talle, su cabello, su vestido de flores, su cadera. Una obra del azar o de mis ruegos hizo que gire su rostro y que me vea al levantarse de su silla, apresurada, mientras decía que sí a mis certezas.
Marilú Ferro
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