Trabajos de taller
Glosario de términos
Buscar
“Ama el arte,
que de todas las mentiras
es la menos falaz”
Gustave Flaubert
Trampa para 3 |
“Necesitamos hablar”, versaba la nota que Amalia encontró sobre su escritorio aquella mañana. Reconoció la letra, apurada, desprolija. La asombró. No era propio de Luis semejante desprolijidad. Esto la inquietó. “Te espero en el hotel a la hora de siempre”, esto sí era propio de su antiguo amante. ¿Por qué ahora? ¿No había sido suficiente el llanto por la renuncia a la que ambos se habían sentido obligados? ¿Por qué verse, sufrir de nuevo? Pero algo urgente y grave debía, seguramente, haber provocado en él semejante reacción inesperada e impredecible. Porque Luis no era así. El joven salió corriendo arrepentido; por primera vez reconoció el poder que tuvo en él la necesidad de vengar a su madre al descubrir el engaño descubierto. Comenzó a pensar en ella, ahora viuda. En los secretos llamados telefónicos y la voz susurrante de su padre. En el día en que lo siguió al lugar de la trampa en la que ahora él había caído. Siempre el mismo día a la misma hora. Así era su padre. Descubrió que su rabia no se había mitigado con los disparos. Decidió, entonces, tardíamente, hablar. Nunca se dio cuenta de que hubiera sido lo primero que tendría que haber hecho. Pero él no era como su padre. Él actuaba por impulso. Como cuando compró la automática. Y ahora necesitaba decir. Estaba seguro de que su padre leería la carta desde el infierno. Pero desde ese día comenzó otro para el joven. El llanto ignorante de su madre lo persiguió toda la vida.
M. M. |